"No debería hallarse en ti nadie que emplee adivinación, practicante de magia, ni nadie que busque agüeros... Porque todo el que hace estas cosas es detestable a Jehová" (Deuteronomio 18:10-12).
La adivinación es una forma ritual que contribuye a liberar del azar la existencia humana. En el pasado, los sistemas religiosos elaboraron un cuerpo doctrinal sobre el que se basa la adivinación, a fin de transformar en «signos» cargados de significado acontecimientos naturales y casuales, y dar así un «significado» al mundo. Cicerón (De la adivinación, I, 1) la definió como «un presentimiento y un conocimiento del futuro» (lat. divinare:«adivinar», «prever». Sinónimo de adivinación es el término de origen griego «mántica».
Procedente etimológicamente del indoeuropeo men, que más que con el latín mens, «mente», está relacionado con el griego manía, «locura», el término «mántica» se ha utilizado para formar la terminología que designa prácticas adivinatorias específicas: cleromancia, es decir, «echar las suertes», el sorteo casual de un objeto entre varios similares, como trozos de madera, dados, tablillas o fragmentos de hueso; lecanomancia, la observación del movimiento de algunas gotas de aceite sobre platos; quiromancia, la observación de las líneas de la palma de la mano; oniromancia, los presagios obtenidos a través de los sueños; ornitomancia,correspondiente al auspicio latino, que obtiene las respuestas de la observación del vuelo de las aves. A estos procedimientos hay que añadir en épocas más recientes la cartomancia. En todos los casos se trata de prácticas de carácter deductivo, que atribuyen sentido a un hecho evidentemente casual, inserto en un universo ordenado. También forman parte de estas prácticas la observación de acontecimientos prodigiosos e inesperados, «monstruosidades» (teratología), de las visceras de animales sacrificados (hierocospia oestipiscina) y del hígado (hepatoscopia).
En las civilizaciones del área mediterránea, las prácticas adivinatorias tenían carácter institucional y eran instrumentos para «leer» la realidad. Sin embargo, en Grecia y en Roma, la adivinación no permitía prever el futuro, sino que era un medio para orientar e inscribir la acción humana en una realidad, cuyo orden quedaba garantizado por los dioses.
Junto a la mántica deductiva hallamos la adivinación «inspirada». En los lugares donde aparece institucionalizada se crea el culto denominado con el término latino «oráculo», es decir, la mantiké éntheos de los griegos. El oráculo, fenómeno típico del politeísmo, se configura a través de la persona, divinidad, héroe o eventualmente difunto «que responde» al consultante, a veces sin que medie una petición explícita, generalmente a través de un mediador; de un lugar, donde se piden y después se formulan las respuestas, generalmente un centro de culto; y finalmente, del oráculo, que a menudo tiene el carácter de una profecía o de una sentencia, de significado oscuro.
Otra forma de adivinación es la «astrología», desarrollada en Mesopotamia, donde el movimiento de los astros revelaba la voluntad de los dioses, y posteriormente extendida a Egipto, China y la India. Se difundió a partir de los primeros siglos de la era cristiana en Occidente, donde conoció un período de gran esplendor durante el Imperio romano.
Pero fue en la época del Renacimiento cuando la astrología se afirmó, y fue tal su influencia que se convirtió en una fuente de orientación prácticamente insustituible, a pesar de la oposición de la iglesia. La astrología se basa en el principio de que el hombre, partícipe de la empatia universal, está dominado y orientado en su existencia por inclinaciones astrales que están presentes y activas en el momento de su nacimiento. Combatida por Roma, porque sustraía al individuo de su responsabilidad como sujeto cívico, fue también rechazada por el cristianismo como todas las otras prácticas adivinatorias.
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